Francisco, el Papa que abrazó a los migrantes

El mundo se despide de un pontífice que transformó el rostro de la Iglesia. Francisco, el primer papa latinoamericano, falleció el lunes a los 88 años, dejando una huella indeleble en la historia contemporánea por su defensa radical de los migrantes y su lucha por una Iglesia más humana y cercana.

Diane Karla Abano, una migrante filipina en Roma, revive con lágrimas en los ojos el instante en que el Papa Francisco besó a sus hijas durante una audiencia en mayo de 2018. “Todo el dolor que sentía se convirtió en esperanza”, recuerda. “Para él, no éramos migrantes, éramos personas”.

Esa visión marcó los 12 años de pontificado de Francisco. Hijo de inmigrantes italianos en Argentina, conocía en carne propia el desarraigo, la búsqueda de dignidad y el deseo de pertenecer. Su primera salida oficial como Papa fue a Lampedusa, donde miles han muerto intentando llegar a Europa. Desde entonces, su agenda moral priorizó a los marginados del mundo: los refugiados, los sin voz, los que huyen.

En 2016, viajó a Lesbos y llevó de regreso en su avión a una docena de refugiados sirios. En 2021, organizó la reubicación de 50 solicitantes de asilo atrapados en la zona desmilitarizada de Chipre. Una de ellas, Grace Enjei, recuerda el momento en que el Papa los saludó en su cumpleaños: “Nos dijo: ‘Escuché su historia y tenía que hacer algo’”.

Francisco no solo habló, actuó. Defendió puentes y rechazó muros. En 2015, frente al Congreso de EE.UU., preguntó si no era natural que las personas migraran por el bienestar de sus hijos. Enfrentó a líderes mundiales, incluso al entonces candidato Donald Trump, al señalar que “quien solo piensa en construir muros no es cristiano”.

Ni las resistencias internas dentro del Vaticano, ni las presiones de gobiernos, lo apartaron de sus principios. Para muchos jóvenes del mundo, su figura se convirtió en símbolo de coherencia y empatía en una época marcada por la desinformación y el rechazo al diferente.

Este sábado, más de 200 mil personas y decenas de jefes de Estado se reunirán en la Plaza de San Pedro para rendirle homenaje. Su ataúd, de madera sencilla, recorrerá las calles de Roma hasta Santa María la Mayor, donde será sepultado según su voluntad, rodeado no de reyes ni príncipes, sino del pueblo que tanto defendió.

“Nos humanizó sin quitarle lo sagrado a la Iglesia”, dijo el cardenal François-Xavier Bustillo. Hoy, el mundo despide a un pastor que fue puente entre culturas, entre credos, entre generaciones. Un hombre que con un gesto —un beso, una palabra, una decisión— pudo cambiar destinos.

Francisco fue mucho más que el líder de 1.400 millones de católicos: fue el Papa que escuchó, acogió y caminó con los olvidados.

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