
100 días, carajo”: una sacudida necesaria al letargo económico boliviano
En un país donde la política ha sido secuestrada por las pugnas internas del MAS y el caudillismo anacrónico de Evo Morales, la propuesta de Samuel Doria Medina irrumpe como un llamado urgente a la sensatez. “100 días, carajo” no es un grito vacío, sino un golpe sobre la mesa en medio del desgobierno, la improvisación y la decadencia económica que Bolivia arrastra desde hace más de una década.
Mientras Luis Arce gobierna sin poder real y Evo Morales bloquea al país desde su trinchera personal, el pueblo enfrenta una escasez de divisas, combustibles, empleos y futuro. La Asamblea Legislativa, convertida en un ring de intereses cruzados, ha congelado más de $us 3.400 millones en créditos externos que podrían estar aliviando la crisis. Pero los diputados del MAS, fracturados entre el evismo y el arcismo, prefieren sacrificar al país antes que ceder terreno político.
Evo, el mayor de los obstáculos
Evo Morales no solo fue el arquitecto de un modelo rentista agotado, sino que ahora es el principal obstáculo para cualquier solución real. Su ambición por volver al poder ha paralizado la administración pública, chantajeado al Legislativo y contaminado toda posibilidad de consenso. La economía boliviana no está colapsando por falta de propuestas, sino por la lógica del saboteo político que Morales ha perfeccionado desde el Chapare.
Frente a este escenario, la propuesta de Doria Medina no solo es oportuna: es la única que reconoce el tamaño de la urgencia. No promete refundaciones ideológicas ni epopeyas populistas; propone lo que el país necesita: liberar los recursos que ya existen y utilizarlos para contener el colapso.
Lo que sí propone Doria Medina
1. Uso inteligente de los créditos externos: Mientras otros se pelean por carreteras fantasmas o elefantes blancos, Doria Medina sugiere redirigir esos fondos a sostener la balanza de pagos, estabilizar el tipo de cambio y reactivar la importación de combustible.
2. Un enfoque técnico y realista: El empresario no se deja seducir por discursos ideológicos. Reconoce que la economía requiere ajustes inmediatos, voluntad negociadora y claridad de prioridades. No es casual que mencione precedentes internacionales que avalan la viabilidad del planteamiento.
3. El valor de la urgencia: A diferencia de los burócratas del MAS, que piensan en elecciones y cargos, Doria Medina piensa en tiempo: sabe que cada mes de inacción significa más inflación, más desempleo, más pobreza. Por eso apuesta a los “100 días”, no como milagro, sino como punto de partida para restaurar la confianza y la estabilidad.
¿Es viable su plan?
Sí, con voluntad política, capacidad de gestión y respaldo popular. Doria Medina ha señalado con claridad el principal cuello de botella: la parálisis legislativa. Pero esa traba no invalida la propuesta, sino que expone el daño que el MAS le ha hecho al país. Si algo deja claro este plan es que Bolivia necesita, con urgencia, nuevas mayorías, nuevos liderazgos y una salida del círculo vicioso evista.
La experiencia empresarial de Doria Medina —tan despreciada por la vieja izquierda— es hoy su mayor fortaleza. No viene a prometer lo imposible, sino a gestionar lo urgente. Y aunque sus detractores lo acusen de voluntarismo, lo cierto es que nadie más ha presentado una alternativa concreta y realizable en el corto plazo.
La política necesita sentido de realidad
“100 días, carajo” puede sonar fuerte, incluso brusco. Pero es una interpelación honesta a una clase política que se acostumbró a mentir con elegancia. Doria Medina no es un mesías ni un caudillo, pero representa una posibilidad de transición hacia una política más práctica, menos ideológica y más responsable.
En tiempos de crisis, lo peor no es intentar demasiado: lo peor es seguir esperando que Evo Morales y sus operadores resuelvan un problema que ellos mismos crearon. La propuesta de Doria Medina no será perfecta, pero tiene algo que al MAS le falta desde hace años: voluntad de actuar, claridad de diagnóstico y una mínima noción de país.