Colapso tras la Mona Lisa: el Louvre cierra por huelga del personal agotado

El museo más visitado del planeta amaneció este lunes con las luces apagadas y miles de turistas varados bajo la pirámide de vidrio: los vigilantes de sala, taquilleros y guardias de seguridad del Louvre se declararon en huelga espontánea para denunciar el “sobreturismo” y la falta crónica de personal. La paralización dejó fuera a visitantes con boletos ya pagados y convirtió al templo de Leonardo da Vinci en el emblema más visible de un fenómeno que también asfixia a Venecia o la Acrópolis.

Multitudes que rebasan la capacidad

Cada día, unas 20 000 personas se apretujan en la Salle des États para tomarse una selfie con la Mona Lisa. En 2024 el Louvre recibió 8,7 millones de visitantes, más del doble de lo que su infraestructura puede soportar. A la congestión se suman filtraciones, variaciones extremas de temperatura y baños insuficientes, problemas que el propio museo ha calificado de “prueba física” para el público y una amenaza para las obras.

“No podemos esperar una década”

El paro estalló durante una reunión ordinaria cuando los trabajadores se negaron a regresar a sus puestos. Sarah Sefian, portavoz del sindicato CGT-Culture, advirtió que las condiciones son “insostenibles” y que la plantilla “no puede esperar seis años” a que llegue ayuda. El presidente Emmanuel Macron presentó en enero el plan “Nuevo Renacimiento del Louvre”: 700-800 millones € para un segundo acceso junto al Sena y una sala exclusiva para la Mona Lisa en 2031. Pero, señalan los empleados, las soluciones a largo plazo no alivian la presión diaria ni el agotamiento de quienes custodian las galerías.

Visitantes sin respuestas

El cierre generó escenas de confusión: filas inmóviles, boletos en mano y ninguna explicación oficial. “Es el lamento de la Mona Lisa aquí afuera”, bromeó un turista estadounidense de 62 años. Mientras tanto, la dirección explicó que baraja reabrir un “recorrido de obras maestras” limitado si parte del personal regresa, aunque el museo suele cerrar los martes.

Entre la gloria y el desgaste

Desde que Macron utilizó el Louvre como telón de fondo para su victoria electoral en 2017 hasta los Juegos Olímpicos de París 2024, el palacio-museo ha sido escaparate de Francia ante el mundo. Hoy, sin embargo, sufre el “peso de su propia fama”. La presidenta Laurence des Cars alertó en un memo reciente que algunas salas “ya no son herméticas” y que las oscilaciones térmicas ponen en riesgo piezas invaluables. Con los trabajadores en pie de guerra y un plan de renovación a diez años, el Louvre queda atrapado en un limbo: demasiados visitantes, recursos insuficientes y un reloj que corre en contra de la mayor joya cultural de Francia.

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