ADN bacteriano reabre debate sobre extinción de mamuts

Un consorcio internacional secuenció ADN de microbios alojados en dientes, colmillos y huesos de 483 mamuts —algunos de hace 1.1 millones de años— y logró identificar el ADN bacteriano asociado a un huésped más antiguo conocido. El trabajo, publicado en Cell, no solo empuja los límites de la paleomicrobiología: plantea que ciertas bacterias pudieron influir en la salud de los mamuts y, de forma indirecta, en su declive poblacional. Los autores enfatizan que es una hipótesis y no una conclusión definitiva.

Tras filtrar y autenticar el ADN, el equipo halló rastros de más de 300 microorganismos; seis linajes mostraron señales de haber sido huéspedes habituales en vida —no simples colonizadores posteriores a la muerte—, entre ellos Actinobacillus, Pasteurella, Streptococcus y Erysipelothrix, algunos con potencial patógeno. En la muestra más antigua, procedente de Adycha (Ártico ruso), se reconstruyeron fragmentos de Erysipelothrix, lo que constituye el registro más antiguo de microbiota asociada a un animal.

¿Por qué importa? Porque ciertas especies actuales de Pasteurella causan septicemia letal en elefantes africanos —parientes vivos de los mamuts— y algunos estreptococos se vinculan con caries y otras infecciones. El análisis de daño molecular, la distribución de lecturas y las reconstrucciones parciales de genomas sugieren que parte de estas bacterias estaban presentes mientras el animal vivía, no solo tras la descomposición. Aun así, los datos no permiten afirmar si provocaron enfermedades mortales o si eran comensales sin impacto clínico relevante.

La proeza técnica se apoyó en una década de optimización de protocolos para ADN extremadamente degradado, que permitió publicar datos inéditos de 440 restos para los que antes no había material genómico suficiente. Este salto retrasa en un millón de años la frontera de ADN microbiano asociado a su huésped y abre la puerta a estudiar coevolución entre megafauna extinta y su microbioma: cómo se adaptaron de forma conjunta y si los cambios ambientales alteraron ese equilibrio.

El hallazgo también aviva debates bioéticos y de bioseguridad. Aunque algunos investigadores vinculados a Colossal Biosciences participan en el estudio, la resurrección de microbios extintos no es viable hoy: los genomas recuperados están muy fragmentados y existen parientes modernos funcionalmente similares. En paralelo, proyectos de “desextinción” como el del lobo gigante (dire wolf) han generado titulares y controversia; reportes periodísticos y anuncios corporativos hablan de nacimientos logrados mediante reescritura genética de lobos grises, una afirmación discutida por parte de la comunidad científica. En cualquier caso, no guarda relación directa con revivir bacterias de mamut ni con la solidez del estudio de Cell aquí descrito.

En suma: este trabajo no prueba que los microbios extinguieran a los mamuts, pero sí añade una pieza que suele faltar en los relatos de extinción: la salud y su microbiota. En futuras campañas, comparar perfiles bacterianos entre poblaciones y épocas podría aclarar si ciertas infecciones se volvieron más frecuentes bajo estrés ambiental o demográfico, y si contribuyeron —junto al clima y la presión humana— al final de estos gigantes.

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