
MAS expulsa a Luis Arce y consuma ruptura con Evo Morales
El presidente boliviano fue expulsado del Movimiento al Socialismo, el partido con el que llegó al poder, acusado de desvío de fondos y traición. La decisión, impulsada por Evo Morales, marca el fin de su alianza y profundiza la división en el oficialismo.
La Paz, Bolivia (6 de noviembre de 2025).– El presidente Luis Arce Catacora fue expulsado del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido con el que alcanzó la presidencia en 2020, tras ser acusado de desviar fondos partidarios y traicionar los principios del movimiento.
La decisión fue adoptada por la dirección nacional del MAS, encabezada por Evo Morales, durante una reunión celebrada en Cochabamba. Según el comunicado oficial, Arce habría utilizado recursos económicos del partido con fines personales y fomentado la división interna del movimiento.
“El compañero Arce ha sido expulsado por traicionar al MAS, por usar los recursos del partido en beneficio personal y dividir nuestra organización”, declaró Grover García, presidente del MAS, durante el anuncio.
La expulsión representa el desenlace de una rivalidad que se había agudizado en los últimos años entre Morales, líder histórico del MAS, y el mandatario Arce, quien fue su ministro de Economía durante más de una década y arquitecto del modelo económico boliviano que impulsó el crecimiento y la redistribución social.
La relación comenzó a deteriorarse a partir de 2023, cuando ambos grupos disputaron el control de la estructura partidaria. Morales acusó a Arce de debilitar al instrumento político del pueblo, mientras que el presidente le reprochó intentar perpetuarse en el poder y obstaculizar la gobernabilidad.
La fractura se hizo evidente tras las elecciones regionales de octubre, en las que el MAS sufrió una derrota significativa frente a candidaturas opositoras y movimientos ciudadanos. Morales responsabilizó directamente al mandatario por los resultados y pidió su destitución como líder partidario.
“El MAS recupera su dignidad. No permitiremos que el instrumento político del pueblo sea usado por traidores ni por neoliberales disfrazados”, escribió Morales en sus redes sociales tras el anuncio.
Aunque el partido argumentó presuntos desvíos de fondos, no existe hasta ahora una denuncia judicial formal contra el presidente saliente. La decisión se limita al ámbito político del MAS, sin consecuencias legales inmediatas.
La expulsión ocurre a menos de tres semanas del cambio de gobierno, previsto para finales de noviembre, cuando Arce entregará el poder al presidente electo Rodrigo Paz Pereira, tras unas elecciones en las que el oficialismo perdió su hegemonía.
Desde la Casa Grande del Pueblo, allegados al mandatario informaron que Arce no responderá públicamente a la expulsión, calificándola de maniobra política. En recientes declaraciones, el presidente había llamado a la unidad: “Bolivia necesita paz y cohesión. No más disputas internas. Nuestro pueblo espera soluciones, no peleas”.
A pesar del distanciamiento con Morales, Arce mantiene respaldo de sectores técnicos y parte de las bases urbanas del MAS que lo consideran una figura moderada frente al liderazgo radical del exmandatario.
Morales, quien gobernó Bolivia entre 2006 y 2019, busca recuperar el control total del partido y preparar su candidatura presidencial para las elecciones de 2026. El exmandatario ha reactivado su movimiento desde el Chapare, donde conserva apoyo de sindicatos cocaleros y organizaciones campesinas.
Analistas políticos consideran que la expulsión de Arce marca el fin del ciclo del masismo clásico y el inicio de una pugna interna por la representación de la izquierda boliviana. El politólogo Carlos Cordero explicó que “la división del MAS refleja dos proyectos distintos: uno vinculado a la nostalgia del poder y otro que busca continuidad institucional”.
El país enfrenta además presiones económicas, déficit fiscal y escasez de combustibles, factores que podrían marcar el inicio de un nuevo mapa político tras el fin del gobierno de Arce.
Luis Arce llegó al poder en octubre de 2020 con más del 55% de los votos, tras el gobierno interino de Jeanine Áñez. Su triunfo fue interpretado entonces como el regreso del masismo y la restauración de la estabilidad. Cinco años después, el mismo movimiento que lo impulsó lo margina, en un gesto que cierra, al menos temporalmente, una era política marcada por la dupla Evo–Arce.



