El crimen organizado ha convertido a Chiapas en un territorio donde los migrantes que buscan llegar a Estados Unidos deben enfrentarse a redes delictivas que controlan rutas y pasos fronterizos. Desde Guatemala, estas redes operan en lugares como Tecún Umán, donde familias en tránsito son fotografiadas al abordar triciclos que las transportan hacia la frontera mexicana.
A tan solo 20 minutos de un destacamento militar guatemalteco, la vida cotidiana parece tranquila, con habitantes dedicados al comercio de ropa y alimentos. Sin embargo, en este entorno aparentemente normal, los migrantes son interceptados y secuestrados por hombres armados que operan con radios y armas cortas.
Al llegar a Suchiate, Chiapas, los migrantes cruzan el río en improvisadas balsas construidas con tablas de madera y llantas de camión. Una vez en suelo mexicano, son subidos a camiones de carga que los transportan hacia casas de seguridad controladas por el crimen organizado.
Raúl, un migrante que busca llegar a Estados Unidos, relató cómo tuvo que pagar 100 dólares para continuar su camino bajo las estrictas condiciones impuestas por los traficantes de personas. “No podía moverme por mi cuenta, ellos me llevaron. Al llegar a la casa de seguridad, me subieron a otro carro”, comentó.
Estas redes criminales representan un peligro latente para quienes buscan una mejor vida y son forzados a recorrer caminos controlados por grupos armados que operan con total impunidad en las carreteras y zonas rurales de Chiapas.
La situación refleja una crisis de seguridad y derechos humanos que no solo afecta a los migrantes, sino que pone en evidencia la falta de control estatal en estas regiones, donde el crimen organizado sigue marcando territorio.