El corazón también marcó diferencias entre humanos y otros simios

Científicos de la Universidad de Swansea y la UBC Okanagan (UBCO) han descubierto una nueva perspectiva sobre la evolución humana al comparar los corazones humanos con los de otros grandes simios. A pesar de que humanos y grandes simios no humanos comparten un ancestro común, los primeros han desarrollado características únicas como cerebros más grandes y la capacidad de caminar o correr erguidos sobre dos pies, probablemente para cazar y recorrer largas distancias.

En un nuevo estudio publicado en Communications Biology, los investigadores creen haber encontrado otra pieza clave en el rompecabezas evolutivo al analizar las diferencias en la forma y función del corazón. El equipo comparó el corazón humano con los de chimpancés, orangutanes, gorilas y bonobos, utilizando ecocardiografías (ultrasonidos cardíacos) durante procedimientos veterinarios de rutina en santuarios de vida silvestre en África y zoológicos en Europa.

Hallazgos del Estudio

Durante el estudio, se observaron diferencias significativas en el ventrículo izquierdo, la cámara del corazón que bombea sangre por todo el cuerpo. En los grandes simios no humanos, se encontraron extensos haces de músculos llamados trabeculaciones dentro de esta cámara, mientras que el ventrículo izquierdo de los humanos es relativamente liso y tiene músculos más compactos.

Bryony Curry, estudiante de doctorado en la Escuela de Ciencias de la Salud y el Ejercicio de la UBCO, explicó: «El ventrículo izquierdo de un humano sano es relativamente liso, con músculos predominantemente compactos en comparación con la red más trabeculada y en forma de malla de los grandes simios no humanos. La diferencia es más pronunciada en el ápice, la parte inferior del corazón, donde encontramos aproximadamente cuatro veces la trabeculación en los grandes simios no humanos en comparación con los humanos».

Función Cardíaca y Demanda Metabólica

El equipo utilizó ecocardiografía de seguimiento de motas para medir el movimiento y las velocidades del corazón. Esta técnica traza el patrón del músculo cardíaco a medida que se contrae y se relaja. Curry señaló que encontraron una correlación entre el grado de trabeculación y la función cardíaca: «En los humanos, que tienen la menor trabeculación, observamos una función cardíaca comparativamente mayor. Este hallazgo apoya nuestra hipótesis de que el corazón humano puede haber evolucionado para satisfacer las mayores demandas del nicho ecológico único de los humanos».

Un cerebro más grande y una mayor actividad física en los humanos, en comparación con otros grandes simios, también pueden estar relacionados con una mayor demanda metabólica, requiriendo un corazón que bombee un mayor volumen de sangre. Además, un mayor flujo sanguíneo contribuye a la capacidad de los humanos para enfriarse, mediante la dilatación de los vasos sanguíneos cercanos a la piel y la pérdida de calor al aire.

Implicaciones Evolutivas

La Dra. Aimee Drane, profesora titular de la Facultad de Medicina, Salud y Ciencias de la Vida de la Universidad de Swansea, comentó sobre las implicaciones evolutivas de los hallazgos: «Nuestros resultados pueden sugerir que hubo una presión selectiva sobre el corazón humano para adaptarse a las demandas de caminar erguido y controlar el estrés térmico. Lo que no está claro es cómo los corazones más trabeculados de los grandes simios no humanos pueden adaptarse a sus propios nichos ecológicos. Tal vez sea una estructura restante del corazón ancestral, aunque, en la naturaleza, la forma suele cumplir una función».

Este estudio destaca cómo la evolución del corazón humano puede haber sido crucial para el desarrollo de nuestras capacidades físicas y metabólicas únicas, diferenciándonos aún más de nuestros parientes evolutivos más cercanos.

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