
Nuevo tipo de Supernova: Agujero negro estalla a estrella compañera
Astrónomos documentaron por primera vez lo que podría ser un nuevo tipo de supernova: la muerte explosiva de una estrella masiva provocada —o acelerada— por su pareja, un agujero negro con el que compartía órbita en un sistema binario. El evento, identificado como SN 2023zkd, ocurrió a unos 700–730 millones de años luz de la Tierra y fue posible estudiarlo con detalle gracias a un algoritmo de inteligencia artificial que detectó a tiempo señales inusuales y activó una campaña de observación coordinada con telescopios en tierra y en el espacio.
De acuerdo con el equipo liderado por Alexander Gagliano (MIT/NSF Institute for AI and Fundamental Interactions), la estrella —de al menos 10 veces la masa del Sol— y el agujero negro tenían masas similares, pero tamaños radicalmente distintos. A medida que la órbita se apretó, la gravedad extrema del agujero negro deformó y “estiró” a la estrella, arrancándole material y alterando su equilibrio hasta llevarla al colapso. El resultado fue una explosión tan energética que, según los autores, liberó en un segundo más energía que la que el Sol emitirá en toda su vida.

Lo extraordinario es el papel detonante del compañero oscuro. Normalmente, las estrellas masivas (≥8 masas solares) mueren por un colapso interno cuando agotan su combustible. Aquí, la interacción con el agujero negro habría sido decisiva: o bien la distorsión gravitatoria desencadenó la inestabilidad que precipitó la supernova, o el agujero negro desgarró por completo a la estrella antes de que explotara por su cuenta. El propio equipo reconoce que el mecanismo exacto sigue abierto y será materia de futuras observaciones y modelos.
Las pistas previas a la explosión refuerzan el escenario de “tango fatal”. Archivos de hasta cuatro años antes mostraron emisiones inusualmente brillantes, compatibles con episodios en los que el agujero negro “bebía” gas arrancado de la superficie estelar. Todo indica que la capa externa de hidrógeno quedó despojada, dejando al descubierto la capa de helio, una señal típica de sistemas que han perdido masa por interacción cercana. Tras el estallido, se observaron destellos residuales mientras el agujero negro devoraba los escombros, creciendo en masa y potencia.
La detección temprana fue clave. Un sistema de IA estilo “recomendador” —entrenado para hallar explosiones raras en tiempo real— marcó la anomalía con datos del Zwicky Transient Facility (ZTF) y permitió reaccionar en horas, capturando la evolución completa del evento, algo inusual en supernovas tan peculiares. Esta metodología inaugura una nueva era de cacería de fenómenos breves y exóticos, justo cuando el Observatorio Vera C. Rubin está por multiplicar el censo de transitorios celestes.
Para Ashley Villar (Harvard/CfA), coautora del estudio, el caso demuestra que la vida y la muerte de las estrellas dependen profundamente de sus compañeros: un agujero negro cercano puede reconfigurar su final y, en ocasiones, encender la mecha de la explosión. El trabajo, publicado el 13 de agosto de 2025 en The Astrophysical Journal, ofrece la mejor evidencia hasta ahora de una supernova disparada por un agujero negro, y abre la puerta a reclasificar eventos pasados que quizá escondían esta dinámica.
Si se confirma como clase distinta, SN 2023zkd obligará a ajustar modelos sobre pérdida de masa, acreción y retroalimentación de energía en sistemas binarios extremos. También tendrá implicaciones en tasas de formación de agujeros negros, química galáctica y en cómo interpretamos señales luminosas repetidas posteriores a una explosión. En otras palabras: mirar la coreografía entre estrellas y agujeros negros podría ser tan importante como estudiar a cada bailarín por separado.