El experimento de Erik ten Hag en el Bayer Leverkusen duró muy poco. Apenas dos fechas después del arranque de la Bundesliga 2025/26, el club alemán anunció este lunes la destitución del técnico neerlandés, una decisión que sacudió al futbol europeo por lo prematuro del movimiento.
Un inicio que no convenció
Ten Hag, de 55 años, había aterrizado en Leverkusen a finales de mayo para tomar el relevo de Xabi Alonso —hoy en el Real Madrid—, pero no logró conectar ni con la directiva ni con el vestuario. Sus primeros pasos en liga fueron decepcionantes: derrota en casa frente al Hoffenheim (2-1 tras ir en ventaja) y un empate con sabor a derrota ante el Werder Bremen (3-3, desperdiciando otra ventaja).
En la Copa de Alemania, el arranque fue más alentador con un 4-0 al modesto Grossaspach, pero esa goleada no bastó para sostener el proyecto.
Una salida dolorosa pero “necesaria”
“Esta decisión no fue fácil para nosotros. Nadie quería dar este paso”, reconoció Simon Rolfes, director deportivo del club. Por su parte, el presidente Fernando Carro fue más contundente: “Una separación tan temprano en la temporada es dolorosa, pero necesaria. Queremos cumplir nuestros objetivos y eso requiere las mejores condiciones posibles”.
El contexto tampoco ayudó. El Leverkusen, campeón en 2024 y subcampeón en 2025, llegó debilitado al mercado veraniego: Florian Wirtz y Jeremie Frimpong partieron al Liverpool, Granit Xhaka al Sunderland, Lukas Hradecky al Mónaco, Jonathan Tah al Bayern y Amine Adli al Bournemouth. Un éxodo que dejó tocada la estructura de un equipo que aspiraba a seguir siendo protagonista en Alemania y en Europa.
¿Qué sigue para el Bayer?
Mientras la directiva trabaja en encontrar un sustituto, el cuerpo técnico de Ten Hag asumirá de forma interina los entrenamientos. El próximo desafío no es menor: el 12 de septiembre contra Eintracht Frankfurt, en un duelo que podría marcar el inicio de una nueva etapa.
El Leverkusen encara así un reto mayúsculo: reconstruirse sobre la marcha, con un plantel reducido y la presión de mantenerse competitivo. El margen de error es mínimo y la exigencia, máxima.