Conmociones cerebrales: el riesgo silencioso que amenaza al futbol americano

En el futbol americano, uno de los riesgos más serios y menos visibles son las conmociones cerebrales. Estas lesiones, causadas por impactos repetitivos en la cabeza, generan consecuencias que pueden manifestarse tanto a corto como a largo plazo. Aunque hace apenas una década comenzaron a recibir atención mediática y médica, su impacto ha motivado que la NFL implemente medidas para reducir los riesgos entre sus jugadores.

Los síntomas inmediatos de una conmoción pueden ir desde dolores de cabeza, mareos y visión borrosa, hasta confusión, pérdida de memoria y alteraciones en el sueño. Sin embargo, las secuelas más graves pueden derivar en encefalopatía traumática crónica (ETC), una enfermedad neurodegenerativa vinculada a deterioros cognitivos, trastornos del ánimo y un mayor riesgo de muerte prematura.

La ETC fue identificada por primera vez en la década de 2000 por el doctor Bennet Omalu, quien la detectó en el cerebro de un exjugador de la NFL. Sus hallazgos, inicialmente rechazados por la liga, ganaron notoriedad tras el estreno de la película Concussion en 2015. Desde entonces, la NFL ha reconocido la problemática y ha impulsado investigaciones y protocolos de seguridad.

Los especialistas, como el doctor José Alberto Rodríguez Rodríguez, de la Clínica de Futbol Americano UNAM, explican que una conmoción no siempre proviene de un golpe directo en la cabeza. Un impacto en el pecho o abdomen puede generar que el cerebro se mueva dentro del cráneo, afectando su funcionamiento. Esto refuerza la importancia de prevenir cualquier tipo de contacto que pueda provocar este desplazamiento interno.

Entre las acciones recientes destacan la instalación de sensores en los cascos para registrar impactos, la modernización de los sistemas de acolchado y la incorporación de accesorios como los Guardian Caps, que amortiguan golpes en prácticas, y el Q-collar, que ejerce una ligera presión en el cuello para disminuir el movimiento del cerebro. Estos avances han mostrado resultados positivos, aunque el riesgo no ha desaparecido.

La prevención y la educación sobre este tipo de lesiones son hoy tan importantes como el entrenamiento físico. Si bien la tecnología y las reglas han avanzado, el reto sigue siendo minimizar un peligro que, aunque invisible, puede dejar huellas irreversibles en la salud de los jugadores.

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