Colate pasa unos días en Pedraza junto a Alejandra Conde, mientras su hijo asiste a un campamento por orden judicial y sin contacto con ninguno de sus padres.
Nicolás Vallejo-Nágera aparece tranquilo, sonriente y bien acompañado. Esta vez, el empresario disfruta de una cena relajada en Pedraza, un pequeño pueblo medieval de la provincia de Segovia, conocido por su arquitectura de piedra, su silencio dorado y su ambiente reservado. A su lado, su pareja Alejandra Conde, con quien comparte gestos de complicidad y buena sintonía. Nada altera la armonía de la escena.
El entorno resulta familiar. En este mismo pueblo, su hermana Samantha Vallejo-Nágera mantiene Casa Taberna, un restaurante que el propio Nicolás considera refugio personal. Pedraza, con su luz tenue y sus calles empedradas, ofrece pausa, discreción y cierta belleza melancólica.
Durante la velada, Colate mantiene la sonrisa, pero también consulta con frecuencia su teléfono móvil. Desde allí escucha varios audios. Aunque las imágenes transmiten serenidad, el momento no resulta sencillo.
Un juzgado en Florida dicta una resolución clara: su hijo Andrea Nicolás asiste a un campamento de verano en España, sin contacto con su padre ni con su madre. La sentencia establece que ninguno de los progenitores puede interferir durante la estancia del menor, salvo en los términos expresamente autorizados por la institución. El objetivo es ofrecerle al joven un entorno emocionalmente neutral.
La medida llega tras una larga serie de tensiones legales con Paulina Rubio, madre del menor. El proceso ha sido discreto, pero sostenido. Colate ha optado por acompañar sin protagonismo. De Paulina, en cambio, no quedan luces ni en tribunales ni en las fotos.
Colate respira en Pedraza. El verano le regala una pausa, el silencio hace su parte y en ese rincón de Castilla —entre bugambilias, sobremesas y miradas cómplices— la vida, por un momento, parece más suya.
