
Entre bugambilias y cerezos, florece la amistad entre Cuernavaca y Japón
El alcalde José Luis Urióstegui y el ministro japonés Tsukasa Hirota compartieron una jornada donde la diplomacia se expresó entre caballos, flores y respeto mutuo.

El cielo despejado y la humedad ligera que suele acompañar al clima de Cuernavaca en julio creaban una atmósfera luminosa, cálida, propicia para el encuentro. En medio del bullicio del Campeonato Estatal de Escaramuzas Morelos 2025, la ciudad abría sus puertas —y su tradición— a una visita diplomática significativa.
Entre gradas, sombreros y trajes de gala, el presidente municipal José Luis Urióstegui Salgado recibió al ministro Tsukasa Hirota, encargado de Negocios a.i. de la Embajada de Japón en México. El diplomático descendió con paso tranquilo y, al encontrarse con el alcalde, realizó una reverencia: el clásico saludo japonés, sobrio y pausado, que expresó respeto sin necesidad de palabras.
La escena fue elocuente. Lejos de los salones formales, el encuentro transcurrió en un espacio vivo, donde el espíritu comunitario y la cultura mexicana se expresaban a través de la charrería. En este caso, la competencia de escaramuzas femeniles: precisión, elegancia y fuerza sobre la arena.
Durante el intercambio, ambos funcionarios conversaron sobre la importancia de mantener una agenda bilateral activa, centrada en el diálogo, la cooperación educativa, el intercambio cultural y la promoción del turismo entre Cuernavaca y diversas ciudades japonesas con las que mantiene relaciones de hermanamiento.
Sin discursos largos ni firma de convenios, el mensaje fue claro: hay voluntad de seguir construyendo desde lo cotidiano, desde el entendimiento entre comunidades. La diplomacia, cuando es genuina, también se hace al aire libre, entre personas que se escuchan.
“Las relaciones internacionales también se construyen desde lo local”, expresó Urióstegui. “Y Cuernavaca está abierta al mundo desde su identidad, su historia y su gente”.
El ministro Hirota agradeció la hospitalidad con una segunda reverencia, discreta pero significativa, rodeado de bugambilias, aplausos y gestos espontáneos de cortesía. En ese momento, entre culturas distintas, el respeto fue un idioma compartido.