Bashar al Assad, derrocado en Siria, encuentra asilo en Rusia bajo la protección de Vladimir Putin

El régimen de Bashar al Assad llegó a su fin tras 24 años en el poder, marcados por una cruenta guerra civil. El dictador huyó de Siria con su familia hacia Rusia, donde recibió asilo “por motivos humanitarios” bajo el resguardo del Kremlin. Este desenlace, que sepulta la influencia de Moscú y Teherán en la región, ocurrió tras la entrada histórica de rebeldes liderados por Abu Mohammed al Jolani en Damasco, logrando la mayor ofensiva insurgente desde 2020.

El colapso del régimen alauita se aceleró en menos de 15 días debido a la ofensiva relámpago de Hayat Tahrir al Sham (HTS), que tomó el control de ciudades clave como Alepo, Hama y Homs. Tras admitir su derrota, Assad huyó en un vuelo que cambió de ruta varias veces, generando especulaciones sobre su posible muerte. Sin embargo, el Kremlin confirmó su llegada a territorio ruso y anunció que el exmandatario acordó una transición pacífica con los insurgentes, abriendo paso a elecciones bajo un nuevo liderazgo.

Mientras tanto, la población celebró el fin de una dinastía que gobernó desde 1970. En las calles se escucharon gritos de “¡libertad!”, acompañados del derribo de estatuas de Bashar y su padre, Hafez al Assad, además de saqueos en el Palacio Presidencial y en embajadas como la iraní. Por su parte, el primer ministro sirio, Mohamed Ghazi al Jalali, confirmó la apertura a la disidencia y el inicio de una transición que busca reducir la incertidumbre en el país.

Este cambio radical se da en un contexto de debilitamiento del ejército sirio y la retirada del apoyo ruso e iraní, quienes han enfocado sus recursos en conflictos propios. Analistas destacan que este vacío permitió a los rebeldes consolidar su victoria y ofrecer una visión de unificación y derechos humanos para el futuro de Siria. Sin embargo, persisten dudas sobre el liderazgo de Jolani, señalado por Occidente como terrorista, y el rumbo del país en el escenario geopolítico de Medio Oriente.

La ONU y Estados Unidos calificaron este momento como “decisivo” y llamaron a no abandonar a Siria en medio de la incertidumbre. Por su parte, EE.UU. lanzó ataques contra posiciones del Estado Islámico para evitar su resurgimiento, mientras que Israel bombardeó antiguos bastiones militares para impedir que caigan en manos de grupos extremistas, justificando estas acciones como parte de sus esfuerzos de seguridad nacional.

Entre celebraciones populares, la liberación de presos y el retorno de miles de desplazados, Siria enfrenta un nuevo capítulo. Este momento histórico abre interrogantes sobre la estabilidad del país, el futuro de su liderazgo y su impacto en la dinámica del Medio Oriente.

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