El gobierno de Israel, bajo la dirección del primer ministro Benjamin Netanyahu, ha declarado un estado de emergencia militar tras un intenso intercambio de ataques con el grupo militante Hezbolá. Este conflicto ha llevado a Estados Unidos a reafirmar su apoyo inquebrantable al estado israelí.
Los enfrentamientos comenzaron en la madrugada del domingo, cuando más de un centenar de aviones de combate israelíes lanzaron una serie de «ataques preventivos» en el sur de Líbano. Estos bombardeos tenían como objetivo destruir instalaciones de lanzamiento de cohetes de Hezbolá, que, según las fuerzas armadas israelíes, estaban destinadas a ser utilizadas en un ataque masivo contra el centro y norte de Israel.
A pesar de la ofensiva israelí, la milicia libanesa respondió con el lanzamiento de más de 300 cohetes hacia territorio israelí, en lo que describieron como una «primera fase» de represalia por la muerte de su comandante militar Fuad Sukr, ocurrida el mes pasado en un ataque aéreo atribuido a Israel en Beirut.
El impacto de estos ataques ha sido significativo, con más de 210 cohetes y una veintena de aviones no tripulados detectados por los radares israelíes, dirigidos principalmente a posiciones militares en la frontera norte de Israel.
Aunque hasta el momento no se han reportado víctimas en Israel, los bombardeos de represalia por parte de Israel han dejado al menos tres muertos en Líbano, incluyendo a dos milicianos de Hezbolá y un miembro del movimiento chií Amal.