El lado OnlyFans de una maestra católica

Elena Maraga, de 29 años, trabajaba en un jardín de infancia parroquial en Treviso cuando se descubrió que tenía un perfil en OnlyFans. Su historia, que pasó de las aulas al mundo digital, abrió un debate en Italia sobre privacidad, religión, educación y la precariedad que empuja a los jóvenes hacia estas plataformas.

Por Sergio Martínez Estrada

Treviso–Roma, 5 de octubre de 2025.– Elena Maraga no era un nombre conocido hasta la primavera pasada. Con 29 años y un contrato estable como maestra en la escuela y jardín de infancia parroquial de Treviso,María Monti de Varago, su vida cambió al revelarse que mantenía un perfil en OnlyFans. Algunos padres lo descubrieron, lo compartieron en chats comunitarios y la dirección del centro, respaldada por el párroco, consideró la actividad incompatible con los valores de la institución. La carta de despido llegó poco después.

Lo que parecía un escándalo local se transformó en tema nacional. La prensa italiana narró cómo el caso desató preguntas sobre la vida privada de los docentes, los límites de la autoridad moral en escuelas confesionales y el derecho de cada persona a decidir qué hacer fuera de su horario laboral.

Tras semanas de tensiones y titulares en la prensa italiana, la escuela emitió un comunicado oficial: “En relación con el caso que involucró a la escuela materna y nido integrado de Varago y a la señora Elena Maraga, se informa que se ha alcanzado un acuerdo respecto al vínculo laboral cesado en abril”. Ni la institución ni la defensa de Maraga han querido dar detalles, pues el pacto incluye una cláusula de silencio sobre los términos económicos y legales.

Maraga, contactada por los medios, fue tajante: «Per me è chiusa qui, d’ora in poi non ne voglio più parlare» (“Para mí se terminó aquí, de ahora en adelante no quiero hablar más del tema”), respondió en un mensaje breve.

Tras la ruptura, Maraga denunció al padre que habría descargado y difundido sus imágenes sin autorización en grupos de WhatsApp, además de interponer querellas contra usuarios que la insultaron en redes sociales. Paralelamente, decidió consolidar su actividad digital: convirtió OnlyFans en su ocupación principal, mantuvo un promedio de 1,500 suscriptores al mes y llegó a declarar ingresos de hasta 29,000 euros en un solo mes, frente a los 1,200 euros mensuales que percibía como docente. La suscripción básica a su página cuesta entre 15 y 20 euros.

Para sostener la atención, amplió su presencia en redes sociales, realizó proyectos fotográficos y lanzó un calendario 2026 como nuevo producto. Formalizó también su actividad económica mediante una estructura empresarial sencilla, reflejando cómo esta forma de trabajo digital se consolida como alternativa laboral para jóvenes europeos.

El caso provocó reacciones en instituciones educativas. La federación nacional de jardines parroquiales (FISM) anunció que prepara un código ético para maestros, con reglas de conducta en redes sociales y actividades privadas. En paralelo, sindicatos y especialistas advirtieron sobre la precariedad que empuja a muchos jóvenes hacia plataformas digitales: salarios bajos, contratos inestables y el atractivo de ingresos inmediatos.

En México, la historia de Maraga encuentra eco. El salario de una maestra de preescolar en el sector público ronda los 10,000 pesos mensuales, mientras que OnlyFans, con cuotas de acceso similares a las europeas, puede representar ingresos muy superiores. Para algunos, se trata de empoderamiento económico; para otros, de un riesgo que difumina la frontera entre lo privado y lo público.

Elena Maraga asegura que no piensa regresar a las aulas. Su caso, surgido en una escuela parroquial de Treviso y amplificado en Roma, hoy se discute como símbolo de un dilema contemporáneo: la tensión entre moral tradicional y economía digital, entre la intimidad personal y la exposición global.

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