La ruta que recorren los aguacates mexicanos para preparar guacamole en las mesas y restaurantes de Estados Unidos durante el Super Bowl es larga y, a veces, peligrosa.
Comienza en pueblos como Santa Ana Zirosto, en lo alto de las neblinosas montañas cubiertas de pinos de Michoacán. Las carreteras son tan peligrosas, acosadas por cárteles del narcotráfico, delincuentes comunes y bandas de extorsión y secuestro, que la policía estatal escolta a los camioneros lo suficientemente valientes como para afrontar el trayecto de 60 kilómetros hasta las plantas de embalaje y envío de la ciudad de Uruapan.
“Ahorita (estamos) más tranquilos, porque va acompañándonos la patrulla, porque es una zona muy peligrosa. Pues ya va uno más tranquilo con el apoyo de los policías”, afirma Quintero mientras esperaba que el convoy saliera.